Y entonces lo vi, vi todo aquello que siempre había ocultado, mi otro yo, mi verdadero yo; esa chica risueña y feliz de siempre, esa a la que nada temía, la que todo afrontaba, sin miedo, sin vacilar ni un solo segundo, aquella que era capaz de superar cualquier cosa; y me dí cuenta de lo escondida que había estado todo este tiempo.
Me sentí contenta durante un segundo... después, todo desapareció: la esperanza, la ilusión, la luz que llenaba mi alma; y fui consciente, por primera vez en mucho tiempo, de que debía cambiar.
-Pgn.
-Pgn.
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