miércoles, 30 de julio de 2014

Cenizas

  Se miró al espejo y lloró, debía partir, marcharse del lugar del que era, aunque no lloraba por eso, lloraba porque sabía que tarde o temprano iba a volver a aquel lugar; aquel lugar que despreciaba con toda su alma; aquel que la había estado ahogando tanto tiempo. Ella, envuelta en sus pensamientos dolorosos, los únicos que tenía del lugar en el que se había criado y había vivido sin un ápice de felicidad, sabía que no podría soportar el regreso a esa pequeña ciudad; aún así decidió desprenderse de todo recuerdo que tenía de allí.
  Los días pasaron, así como los meses y los años y con ello desaparecían los recuerdos y el inmenso dolor que había estado guardando para sí.
  Pero no es la vida tan injusta como dicen-murmuró ella
  Y así, como un suspiro, su vida cambió por completo; en un año pasó de ser una mujer segura de sí misma, feliz y con prestigio, a no ser nada; perdió su trabajo y se vio obligada a volver a su ciudad. 
  Cansada de no poder deshacerse de su pasado y sus miedos, decidió ponerse ante el espejo como otras tantas veces, para decidir que quería hacer con su vida. 
  Yo sólo quiero ser feliz-dijo
  Una vez más estaba hablando consigo misma, nadie podía ayudarla, nadie quería ayudarla; y así fue como, ante aquel espejo, decidió que no quería ser infeliz; encontró una oferta de trabajo en otro país y se fue, no obstante, se dijo a sí misma que jamás volvería a aquel dichoso lugar, y antes de irse lo arrasó todo, reduciéndolo a cenizas.    
-Pgn.

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