lunes, 10 de marzo de 2014

Y así fue como lo supe

  Y el sol me llenaba, me llenaba de luz, de paz; calmaba mi alma; sentía su calidez por todo el cuerpo; sentía nostalgia y amargura, sin embargo, quería estar allí, inundada por aquello que me hacía sentir como en casa.
  Un soplo de aire fresco golpeó suavemente mi cara, cerré los ojos y sentí el alivio que necesitaba en aquel momento. 
  El sol y el viento se unían para conseguir el equilibrio, lo ideológico; se juntaban para decirle al mundo que todo lo malo podía ser bueno y que todo lo bueno podía ser mejor; el frío del aire se unía a la calidez del sol y el sol se unía al viento fresco del aire. Se respiraba calma, paz; me sentí feliz, valiente, capaz de afrontar cualquier cosa siempre que no dejara de sentir esa unión. ¿Y lo mejor? Lo mejor era que él estaba allí, a mi lado; diciéndome lo increíble que era, haciéndome sentir especial.
 Me cogió de la mano y me besó, y entonces, por primera vez, sentí que no éramos él y yo, si no que éramos nosotros; me dejé llevar por aquel increíble beso; y nos fundimos, nos fundimos en el amor, en la pasión y en el deseo; y nos olvidamos del mundo exterior, de los problemas de afuera; nos olvidamos de que estábamos rotos, y nos completamos. En ese momento supe que era amor, pero por desgracia el mundo nos llamaba y no podíamos vivir ajenos a todo lo demás; así que, con delicadeza, me cogió de la mano y me guío hasta el coche; debíamos volver, pero ahora tenía claro que podríamos, juntos, contra todo pronóstico.  
  -Pgn.

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